Fantamnesia
A veces se me olvida

II

By Búfalo
Antes todo era romántico. Las cenas frías en el parque, el balcón con su farola, las bicicletas... Hacíamos el paseíllo por las calles como si fuésemos matadores. Teníamos una terraza enorme con arriates llenos de plantas y sonaba el violín de una vecina, que siempre practicaba por las tardes.
Antes todo era romántico y decadente. Me sacaba cuando quería o cuando sus amigos no estaban disponibles. Se le notaba que me ponía una cara de cartón. El papel que se daba le venía grande. Además no se le daba bien improvisar. Yo también ponía mi cara de cartón. Era su novia. Sonreía cuando tenía que sonreír, le devolvía las caricias cuando debía y aceptaba sus invitaciones. Eso me daba ventaja. Podía salir con mis amigas tranquilamente. Él pensaba que me gustaban mis amigas, y tenía toda la razón.
Me encantaban mis amigas.

Bajábamos películas de internet, comíamos golosinas y bebíamos Cosmopolitans o Sex on the beach. Las tardes de fútbol eran divertidas, humeantes y sexuales. Teníamos el carnet de fidelidad en la Condonería y siempre había algo que comentar. Lo probamos todo: el lubricante de fresa, manzana, sandía y menta; la pintura de naranja, plátano, vainilla; las bolas grandes, las pequeñas, las medianas con rugosidades, las de control remoto; la vela de chocolate, de fresas con cava, las que simplemente olían; los vibradores de silicona, de metal, los que estimulaban el clítoris, los de velocidades; los inciensos; los dátiles con canela...
Concertábamos citas y nos grabábamos soeces. Ellos no sabían nada, por supuesto. Éramos perversas.
Mientras, nuestros maridos y novios fantaseaban con la idea de una relación lésbica entre sus mujercitas de escaparate. J. lo insinuó varias veces. Pobrecito, era incapaz de pensar que lo que no me hacía feliz, entre otras cosas, era SU polla.
 

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